No entres como de costumbre
(*** “Do not enter like you always do”- ENGLISH VERSION-CLICK HERE ***)
(Texto Catherine Foulkrod-Imágenes Ixone Sadaba)
I.
«¡Amigas, amigos! ¡No es una cuestión sobre la que podáis elegir! ¡No hay otra manera de actuar! Si hasta ahora estabais acostumbrados a circular por carreteras y aceras, ¡olvidaos! De ahora en adelante, caminaremos por los muros.[1]»
II.
Hay ciudades en las que las salas de estar se han convertido tanto en carreteras como en campos de batalla, mientras que por sus calles y plazas nadie pasea. En estos paisajes urbanos, personas y objetos emergen de lugares inesperados, y nunca nadie puede garantizar que los muros realmente lo sean.
Pero aquí, donde nuestra arquitectura se construye de lenguaje, los muros y los cuerpos juegan al reemplazo y a la sustitución, dando lugar a otro tipo de configuraciones. Nos encontramos así con formas como el cuerpo de carga, el cuerpo soportado o el independiente, el cuerpo de contención o el cuerpo cuya función consiste en absorber los sonidos.
Experimentamos las sensaciones, tanto físicas como mentales, de permanecer incorporados o encerrados en nuestros cuerpos. Usamos el cuerpo como protección, que puede a su vez servir de campo de fuerzas o de barrera contra el viento.
Puede que conozcamos o no lo que hay al otro lado del cuerpo o lo que acecha en su sombra. Elegimos (o no) permanecer detrás de un cuerpo o de emplearlo como barricada. El Estado arropa un cuerpo o lo mueve a su antojo. Vivimos rodeados de los mismos cuerpos que dieron cobijo a nuestros antepasados, o de aquellos que dieron consuelo a nuestros familiares. En algunas ocasiones, los cuerpos nos alejan de las personas que más quisiéramos habitar. O tal vez fabricamos los cuerpos para separarlos de nosotros mismos.
En ese caso, ¿qué podría significar abrirse camino a través del cuerpo? ¿Perforarlo? ¿Desincorporar el cuerpo? ¿Demolerlo y esparcir los restos? ¿Y si creáramos uno que ni tan siquiera nuestros fantasmas pudiesen atravesar? Nos podríamos preguntar si se trata de un cuerpo con memoria, un cuerpo inamovible o movible, un cuerpo fortificado, o un cuerpo invisible o retráctil. ¿Qué es lo que este cuerpo nos impide ver?
III.
Un amigo nuestro, digamos que geólogo, observa un muro de caliza en una ciudad que puede ser la suya, en cuyas piedras aprecia restos fosilizados de una colonia de erizos de mar que vivieron hace cien millones de años. El geólogo nos recuerda que la piedra caliza está compuesta básicamente por la acumulación de restos de esqueletos de organismos: equinoides, corales o moluscos. Podemos afirmar, por lo tanto, que existen cuerpos que efectivamente se convierten en muros.
Pero el geólogo tiene otra historia que contarnos. En otro muro diferente, apunta con el dedo a varias asperezas, muestras y marcas. Se trata de icnofósiles de talasinideos, numerosas manchas en forma de T y de Y, que atestiguan las antiguas madrigueras de crustáceos. Estos icnofósiles constituyen un gesto perpetuado en la piedra. Son las ruinas arquitectónicas de comportamientos defensivos, esculturas individuales de la supervivencia. Gracias a ellas, los cangrejos, los talasinideos o las langostas podían continuar con sus rutinas diarias protegiéndose de los depredadores y de las mareas. Los cuerpos de los crustáceos alisaban los muros en el barro mientras merodeaban, descansaban, cavaban, se alimentaban, vigilaban y se arreglaban. Estos cuerpos abrían espacios –ventilaban aquellos espacios– creando vacíos que sobrevivieron a sus cuerpos.
Dicen que los icnofósiles son más comunes en el registro geológico que los cuerpos fósiles. Un solo animal puede hacer innumerables gestos a lo largo de su vida, pero tan solo puede dejar un cuerpo. Todo ello no constituye ninguna novedad (ya nos lo advirtió Walter Benjamin[2]: «Vivir implica dejar restos»), pero tal vez sea un recordatorio útil sobre lo que se desintegra rápidamente y sobre lo que, debido a su estructura, se niega a desaparecer.
IV.
Fijémonos, por ejemplo, en los templos aztecas o mexicas que se expandieron durante el mandato de diferentes emperadores. Los nuevos templos construían a menudo sobre los anteriores, una y otra vez, dando lugar a edificios cada vez mayores y con muros mamposteados con los restos de los precedentes. Y en la actualidad, pese a que muchos de los templos más grandes han sido destruidos, basta caminar por sus ruinas y acercarse a sus centros (sin tropezarnos con instituciones arqueológicas), para encontrarnos con restos que, más que ruinas, constituyen el núcleo original de los mayores templos preservados.
Los conquistadores también participaron en este régimen de construcción acumulativo, si bien con diferentes objetivos; así las cosas, construyeron iglesias cristianas sobre lugares prehispánicos sagrados. Sin embargo, en el caso del Templo Mayor de Tenochtitlán, que constituyó el epicentro y ombligo del universo y la cosmología azteca o mexica, los conquistadores se decantaron por mitigar y subdividir el poder del sitio con el fin de engrandecer el Reino de España. En lugar de una iglesia, Hernán Cortés construyó casas para sus capitanes sobre –y con– las ruinas del templo. El capitán Alonso de Ávila se encontraba entre estos nuevos y ufanos propietarios, y, al poco tiempo, su empoderado y prepotente sobrino –que también se llamaba Alonso– heredaría la propiedad. Llámese ironía del sacrificio, inevitabilidad divina o simplemente recibir su merecido –cualesquiera que sean las fuerzas en juego, la historia relata que, mientras el joven Alonso se valía del estatus social de esta ubicación privilegiada de la Ciudad de México, conspiraba al mismo tiempo contra la corona española–, el joven Alonso, declarado traidor, fue decapitado en el Zócalo adyacente. Su hogar erigido sobre el templo fue destruido por el Estado y fue rociado con sal para señalar aquel lugar maldito.
[3]Cuatrocientos doce años más tarde, los electricistas que trabajaban en aquella misma esquina marcada con sal extrajeron un disco de piedra que representaba la diosa decapitada Coyolxauhqui. Esta piedra esculpida fue descubierta en su ubicación original; lo que un día fueron los cimientos de la casa de Ávila había sido también la base de los escalones que conducían al lado sur del Templo Mayor. Se dice que Coyolxauhqui esperaba en aquel punto a los cuerpos sacrificados y lanzados escaleras abajo, «para comerlos y restablecer la tierra».
V.
Tal y como dijo James Joyce, «los lugares recuerdan eventos»[4]. En palabras del narrador de historias apache, Nick Tompson, «todos estos lugares tienen historias»[5] . El poeta iraquí-americano Dunya Mikhail afirmó lo siguiente: «Ya verás, hay sangre por todas partes / en los ríos / en la arena / bajo los edificios / en las casas… »[6].
De verdad, ¿quién no lo ha dicho?
No, de verdad, ¿quién no lo dice?
Escucha ese silencio.
Cuando Nick Tompson afirmó que «todos estos lugares tienen historias», continuó pronunciando las siguientes palabras: «Nos disparamos mutuamente con ellas como si fueran flechas »[7]. Se refería a la técnica tradicional apache para relatar historias, conocida como agodzaahi. Este método se emplea para castigar a un miembro de la comunidad que ha cometido una ofensa moral o social. El relato agodzaahi provoca cambios de comportamiento, y está siempre enraizado en la memoria del lugar.
Fórmula de los relatos agodzaahi.
Línea de apertura: «Sucedió en [nombre de la ubicación]». Nudo: «Hace mucho tiempo… [Realiza un relato gráfico e histórico centrado en una persona que sufre mala fortuna a consecuencia de acciones que violaron ciertas costumbres o valores sociales. Esta desgracia puede manifestarse a modo de humillación, exilio social o físico, incluso la muerte]». Desenlace: «Sucedió en [nombre de la ubicación de nuevo]». Un agodzaahi efectivo hace uso del lenguaje cotidiano y tiene una duración de menos de cinco minutos. Es tan veloz como una flecha. En esta técnica, son de vital importancia tanto el contenido de la historia como el oyente al que va dirigida. Conviene que el oyente o el receptor pase o viaje en su vida diaria por la ubicación donde está ambientada la historia. Incluso es mejor relatar el agodzaahi al oyente cuando estamos sentados junto a él en aquel lugar exacto.
VI.
Sucedió aquí.
Hace mucho…
VII.
Vamos a cambiar de palabra otra vez. ¿Qué sucedería si sustituyéramos la palabra cuerpo por historia?
Tal vez llegaremos a la historia desplazada, a la historia que falta, a la enferma, a la historia política, o a la historia que es un vehículo para la mente.
Puede que sintamos que la historia está ganando o perdiendo energía, o que sintamos que se enfría o se calienta en exceso. Puede que las historias precisen de protección si en un determinado lugar no son bienvenidas. O incluso puede que requieran un tratamiento especial si su dolor es demasiado insoportable.
Puede que haya demasiadas historias y que el espacio sea insuficiente. Puede también que haya pocas historias y no la suficiente fuerza.
Puede que algunos te aconsejen que abordes tu historia como si se tratara de un templo.
Otros te dirán: «Olvídate de tu historia y continúa con tu vida». Puede que sepamos, o no, lo que necesita una historia para crecer, para desarrollarse. Puede que sepamos, o no, lo que necesita una historia para cambiar de forma. Una historia debe ser algo con lo que has nacido, a lo que estás amarrado; podría ser tu destino. O una historia podría ser algo con lo que trabajas para deshacerte de los límites y los sorprenda por cómo tambalea al agotarse.
Tal vez, cuando una historia está desnuda, nos sentimos obligados a apartar la vista. Tal vez, cuando una historia está cubierta, comenzamos a imaginar sus contornos y a fantasear. se ha descuidado? ¿Se trata de una historia libre, o pertenece al Estado? Nos miraremos en el espejo y nos preguntaremos: ¿es esta mi historia?
VIII.
Nota final de Hélène Cixous[8] :
A veces, vivimos las guerras entre naciones como si fueran acontecimientos personales. En ocasiones, un drama personal irrumpe como una guerra o como una catástrofe natural. En algún momento, las dos guerras coinciden, la personal y la nacional. Hay veces en la que existe paz de un lado (en el corazón de cada ser) y guerra del otro. Yo y el mundo no permanecemos nunca separados. Uno es el doble o la metáfora del otro.
Notas:
[1] El general de brigada israelí Aviv Kochavi pronunció estas palabras en 2002 para reunir a sus tropas antes de una operación en la ciudad de Nablus. Véase la entrevista realizada por Eyal Weizman y Nadav Harel a Aviv Kochavi en septiembre de 2004, en una base militar israelí en las inmediaciones de Tel Aviv (hebreo); vídeo-documentación de Nadav Harel y Zohar Kaniel. Cf. Eyal Weizman, Hollow Land: Israel’s Architecture of Occupation (Londres: Verso Books, 2017), 298.
[2] Walter Benjamin, “Paris, Capital of the Nineteenth Century.” Reflections (Nueva York y Londres: Harcourt Brace Jovanovich, 1978), 155.
[3] Delia Grizzard, “Coyolxauhqui Stone: Placement and Context,” Tenochtitlan Exhibit, Fordham University. https://tenochtitlan.ace.fordham.edu/exhibits/show/coyolxauhquistone/coyolxauhquistoneplacement (accessed August 15, 2017).
[4] Eric Bulson. “Joyce’s Geodesy.” Journal of Modern Literature 25, nº 2 (2001): 91. http://www.jstor.org/stable/3831637.
[5] Keith H. Basso, Wisdom Sits in Places: Landscape and Language Among the Western Apache (Albuquerque:
University of New Mexico Press, 1996), 48.
[6] Dunya Mikhail, “Old Land.” Diary of a Wave Outside the Sea, trad. Elizabeth Winslow (Nueva York: New Directions, 2009), 119.
[7] Keith H. Basso, Wisdom Sits in Places: Landscape and Language Among the Western Apache (Albuquerque:University of New Mexico Press, 1996), 48.
[8] Hélène Cixous, prólogo de The Hélène Cixous Reader, publicado por Susan Sellers (Nueva York y Londres: Routledge, 1994), xv.
Catherine Foulkrod (Colorado, Estados Unidos, 1982) escritora de ficción y ensayo. Sus trabajos han sido publicados en The Believer, New York Tyrant, Artifice, Unsaid y Bookforum, entre otras publicaciones.
Ixone Sádaba (Bilbao 1977) vive y trabaja en Londres. Máster de la Universidad del País Vasco y un Diploma de Postgrado en el International Center of Photography de Nueva York. Obtuvo el Premio Generación 2011 y Finalista del Premio Sovereign Art Foundation Prize en 2012 entre otros. Ixone ha expuesto en Museos de Arte internacionales como el Museo Guggenheim Bilbao, Museo Reina Sofía, Museo de Arte Contemporáneo MoCCa en Toronto y el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva Orleáns.