*La película se pudo ver en la web de Barahúnda desde el 30 de octubre hasta el 31 de Diciembre de 2023.
2021.
4k Vídeo.16 min.
Voz: Silvia Márquez Anel.
Producción, edición, cámara, sonido, música: Carlos Martín Rodríguez.
Textos: Fragmentos de Teoría del Sujeto, Alain Badiou (citado en film).
Cuerpo de intercambio es un film-ensayo experimental (film-escultura) en torno a una hendidura arquitectónica en un templo románico. Por esta hendidura escaparon volando milagrosamente las sagradas formas durante un suceso revolucionario en el siglo XII, ocurrido en la ciudad de Zamora. Este hecho se produjo en medio de un brutal incendio causado por la población amotinada, en el que murió calcinada toda la nobleza de la ciudad. El objeto-hendidura por el que atravesaron las obleas es el protagonista del film, como sistema escultórico negativo de un pasado impredecible. Sustentado por el relato oral, esta objetualidad funciona por sustracción y posibilita la revolución misma, operando en una contingencia total que condiciona la causalidad del evento.
El film explora la función productora de la hendidura, que a su vez es producto del mismo relato legendario que genera; relato sostenido sobre la nulidad de este cuerpo faltante. La película intenta ser un ejercicio de arqueología especulativa, entendiendo la cavidad arquitectónica como punto muerto: falla ontológica y canal de intercambio. Desde esa negatividad, el hueco en el muro estructura tanto la propia (re)construcción del edificio —reedificado sobre las ruinas del incendio—, como un sistema de memoria regional. En el relato, este no-objeto posibilita la revuelta y le otorga consistencia en el devenir posterior, funcionando como recipiente, conducto o caja abierta a temporalidades problemáticas. De esta forma, la hendidura abre la narración legendaria como escultura contingente; cuerpo vacío que se anuda al conflicto de clase; palanca y disparador negativo de consistencia propia y autónoma. Así, el film enlaza lo vernáculo de un resorte revolucionario local y periférico, con las posibilidades teórico-artísticas del presente.
El motín.
En 1158 se produce en Zamora una revuelta antiseñorial violenta que ha tenido gran repercusión en la memoria colectiva de la zona. Este evento es conocido popularmente por lxs zamoranxs como el Motín de la Trucha.
Por aquel entonces Zamora es una ciudad próspera con una importante actividad comercial y artesanal, cuyo poder recae sobre una nobleza extranjera con amplios derechos sobre la población. El suceso se produce cuando en el mercado de la ciudad, un zapatero logra la última pieza de pescado subastada en el día. Cuando va a pagar la pieza, aparece el criado de un noble de la villa, Don Gómez Álvarez, aludiendo a los privilegios de su señor para llevarse el pez. A partir de ahí se origina un gran revuelo: es la gota que colma de años aguantando abusos e injusticias. Se forman dos grupos enfrentados violentamente en el mercado, apoyando a cada una de las partes. Finalmente es el zapatero quien logra llevarse la trucha. Ante esto, los nobles apresan a los agitadores y se reúnen en la iglesia de Santa María, para acordar el castigo al que serán sometidos por una afrenta semejante. Los campesinos y artesanos, anticipándose a cualquier represión sobre ellos, y liderados por el procurador del común llamado Benito “El Pellitero”, se organizan encerrando a toda la nobleza en la iglesia, prendiendo fuego a la misma y ocasionando la muerte de los allí reunidos. Todos los nobles perecen calcinados en el brutal incendio. Posteriormente, los amotinados liberan a los agitadores que aún se hallan encerrados. Al día siguiente, pasada la resaca de la rebelión y ante el inminente castigo del poder central, se dice que una caravana de unas 7000 personas salieron huidas rumbo a Portugal. La ciudad queda prácticamente vacía. Finalmente, la leyenda cuenta que el pueblo negocia con el rey, y éste, sobrevenido por presiones e intereses, perdona a la multitud y a los agitadores revolucionarios con la condición de reedificar la iglesia quemada.
La leyenda se transmite oralmente desde entonces. A pesar de que las fuentes escritas son muy posteriores (s.XVI), el hecho se ha constatado —si bien con algunas divergencias documentales—, distinguiéndose en la iglesia dos estructuras arquitectónicas diferenciadas y muy cercanas en el tiempo.
El término que atraviesa en espiral.
El contrapunto mágico viene en el siguiente término de la leyenda: Entre el caos de fuego y humo, mientras los cuerpos de los nobles arden junto a la iglesia, las sagradas formas escapan volando milagrosamente por una hendidura en la pared del templo, yendo a parar a un beaterio cercano.
Esta hendidura perdura en una parte del muro norte que no se destruyó. Se conserva protegida por una reja posterior, posiblemente gótica, y una inscripción enmarcada que reza: “Por esta hendidura del muro salieron milagrosamente las Sagradas Formas entre el fuego y el humo del incendio, y fueron a refugiarse al oratorio del Beaterio de las Donas. Año de gracia de 1158.”
La cavidad y la función.
El film aborda la capacidad especulativa de la oquedad, como síntesis sustractiva del relato que posibilita la revolución misma. La hendidura es un resorte negativo, el punto muerto faltante sobre el cual reposa toda la estructura de la revuelta. La brecha se filma entendiéndola como formación escultórica negativa y generando los retazos de un film obsesivo e hipnótico. Por ello se insiste en aprehender lo faltante como suplemento: una caja resonadora, como si se tratase del objeto imposible de un relato de ciencia ficción. El film se sucede mediante planos que son restos y abstracciones; tanto de la cavidad pétrea, como de otros detalles arquitectónicos, objetuales o pictóricos de la iglesia, que son envueltos por sonidos de sintetizador y voces entrecortadas.
Las imágenes dialogan con ciertos fragmentos textuales de Alain Badiou, provenientes de su libro Teoría del Sujeto. Estos fragmentos, expuestos a media voz y susurrados, confrontan la textualidad con las imágenes y la música, formando una especie de poema que en ocasiones se vuelve hermético. A pesar de la aparente oclusión del sentido generada por los textos fragmentados, éstos concuerdan de forma muy precisa con el relato del motín zamorano y la hendidura. Las narrativas del libro de Badiou que interpelan al film, se relacionan con el funcionamiento de “la causalidad de la falta” y lo que él llama “término evanescente”, como sustento de la revolución y el vacío sobre el cual, usando como ejemplo las máquinas dialécticas de Mallarmé, se apoyan tales causalidades negativas para generar cuerpo: “[…] la nada de la nada de la que esta increíble máquina hace materia.” (Badiou, 2008).
La causalidad de este evento y de la revolución que alberga funciona mediante esta ranura mágica que es cavidad de lo informe; mortaja o muesca medieval de las temporalidades indefinidas. Esa oquedad de la pared, a través de la cual salen despedidas las obleas (la imagen sin imagen consagrada), se convierte en el punto de apoyo de toda la revolución. Ese resto, la hendidura, precisa de una no-corporalidad para prosperar en la inmanencia oral, para testificar. No es de extrañar que la causalidad se imante al milagro para ser conducto de un movimiento inasumible, que a su vez es catalizador de una revuelta social. Un testigo hueco que gestiona el cuerpo-sin-cuerpo.
Hay, en la operación, al menos dos líneas paralelas temporales que se mueven en planos diferenciados. Por un lado, la causalidad del evento en el tiempo en la que se produce —el año 1158—; y por otro, el relato revolucionario-político que se genera oralmente como leyenda. Las dos son atravesadas en espiral por una tercera línea que gestiona el movimiento del cuerpo-sin-cuerpo: el elemento mágico en el que interviene la oquedad como maquinismo productor de sentido. Esta última línea funciona en espiral y en las dos direcciones, posibilitando las dos anteriores y sacándolas de sus goznes temporales, convirtiéndolas en una única causalidad no lineal y vaciada, donde los puntos referenciales se mezclan y se alteran. El buen devenir del relato revolucionario depende del acoplamiento de esta causalidad vaciada, que genera el tercer término, en el cuerpo mismo de la revolución —o sea en su temporalidad—, como apoyo, muleta o extremidad sintética.
Siguiendo esta lógica, y mediante esta tercera temporalidad a la que llegamos, el intercambio se define algo mejor: el cuerpo de la revolución se genera sólo a cambio y a condición de la “entrega” de ese cuerpo-sin-cuerpo —y su gestión— para producir el relato. Además, se requiere del acoplamiento protésico de la misma hendidura, como máquina y atributo faltante del cuerpo revolucionario. Esta formalización se da gracias a la espiral antes mencionada, movimiento en el que la oquedad funciona como centrifugadora: hace saltar por los aires las lógicas causales y se convierte en máquina trituradora del sentido y punto muerto contingente. La línea entre la causa y el efecto de la revolución y su relato ya no puede ser lineal. Así, el evento-cuerpo resultante es, al igual que la lectura mallarmeana de Badiou, determinado por la contingencia total producida en el interior de esa hendidura. Lo mágico se afirma como máquina de producción “necesaria”, que prospera desde un no-objeto. La oquedad en el muro hace, bajo este prisma —o este mecanismo, diremos, metonímico—, un cuerpo mnemotécnico negativo de un sistema nervioso regional-revolucionario. Un sistema nervioso que es totalmente modulable, expandible, abierto y no lineal: es verdaderamente y en todos los sentidos, un auténtico sistema escultórico.
Según este desarrollo, por último, la operación requiere que la hendidura genere toda esta corporalidad en forma de representación. La “imagen” debe ser definida. Por ello, la hendidura como instrumento y objeto negativo, utiliza la forclusión para acometer de algún modo la representación, para producirla. El cuerpo de la revolución vuelve como alucinación en el interior de esta ranura. La alucinación no añade a un cuerpo, sino que extrae de él. Es una prótesis no aditiva; es, en este caso, su propio vaciamiento. Llegamos así a una alucinación no lineal, que siendo prótesis en la que el relato y la representación deben apoyarse, no es un atributo que se pueda añadir al cuerpo, sino que es un objeto sustractivo.
La alucinación que se genera en el interior de la hendidura, extrayendo, es una prótesis especulativa que funciona como objeto técnico del relato-revolución. Es un affordance protésico de la estructura revolucionaria y la lucha de clases. Es sobre el vacío del vacío de significancia que se obtiene de esta caja negativa, donde se condensa y se produce la materialidad de todo el proceso. Esa maquinaria construida sobre lo nulo (similar a las que Mallarmé conduce hacia la reflexividad del murmullo, hacia las repeticiones y los dobles apoyados en un punto ya muerto) construye, con sus propios métodos, el cuerpo intercambiado. Toma así la forma de una falla ontológica abierta a lo posible, una auto-escisión con capacidad de desplegar su autonomía, donde se suceden tiempos asincrónicos, modulables y contingentes.
Bibliografía:
Badiou, Alain (2008). Teoría del Sujeto. Buenos Aires. Prometeo Libros.
García Calvo, Agustín (1995). Manifiesto de la Comuna Antinacionalista Zamorana. Zamora. Editorial Lucina.